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Hay mares...

Hay mares... Hay mares, que son calma como la caída de una pluma que va dejando que haga camino la brisa. Deslizándose, como en una especie de tobogán imaginario desde el cielo hasta el agua. Estos mares, que apenas dejan que las olas oren demasiadas plegarias en sus playas, para que todo tenga su lugar. Son mares transparentes; son mares de cielo y vida; son paz hecha agua.
Hay otros, salvajes; estruendosos...son mares que parecen anidar en sus vientres, fieras marinas, que no solamente no se dejan mecer por la brisa, sino que van rompiendo el agua y el agua grita como si mil partos la atropellasen. De la misma forma que la rompen a ella, ella sigue rompiéndose contra las rocas, con la típica espuma que ciertos enfermos neurológicos, expulsan por su boca. Son mares bravíos y sin piedad para ellos.
Hay aquellos mares que son esmeraldas, y como si ese verde no pudiera conjuntar con las arenas pardas de otras desembocaduras, se rodean de arenas blancas y finas...
Hay mares...
Hay tantos mares...
...como aquellos que, según la biografía de Haendel, cuando ya estaba arruinado; cansado, sin ningún deseo de vida; “fue bañado en un mar de música y las notas corrían como olas sobre su alma, agitando la inspiración dormida”.
Solo bañándose en el Océano de la vida, un hombre puede contactar con toda la sabiduría del Universo.
Cuentan que...”el fuego divino ardía dentro de él y las lágrimas salían a borbotones por sus ojos. Con manos temblorosas y casi incrédulas, fue poniendo sobre el pentagrama todo lo que su corazón le iba dictando y así nació, El Mesías”
Quizá Haendel si oyó los cantos de las sirenas; mitad ave, mitad mujer...quizá los oyó, pero no tuvo que tapar los oídos de los tripulantes, como Ulises, para no ser arrastrado.Puede que el pacto de la sirena de Haendel, no era la muerte de esta, sinó la transformación en obra cumbre.
¿Acaso Dios y el mar no son lo mismo?

CLARA

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