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Charlas con el Mar

Reflejos en el agua.

Reflejos en el agua. Eran Domingos apacibles, encaramada sobre las rocas mirando tanto azul, como la vista alcanzaba. Era serenidad, presagio de una serenidad futura que había que batallar.

También me gustaban las tardes. Sentada en su orilla, sin importar si el agua iba o venía. Era el Mar; cauteloso; granuja; delicioso...siempre con sabor a sal y olor a yodo. De horizonte, un sol, mezcla de naranjas y rojos que llenaba todo de fuego, hasta para irse

Aquella tarde, al mirar atrás le dije; ¡No sé si podré vivir sin ti! Y el me dijo que no, y yo sabía que era verdad. Ahora al menos dos veces al año, necesito ir a su encuentro...al encuentro de ese amante fiel que siempre tiene un hueco para abrazarme y abrazarlo. Añoro, añoro sus aguas de oro. Añoro la espuma que se hace blanca y cadencia al chocar con las rocas negras; ese deambular del líquido por entre las comisuras de cualquier acantilado, que deja de ser playa serena, para convertirse en acción apasionante y apasionada de todos los que en sus cumbres ponen el alma. Aquel día, cuando me dijeron que mi cuerpo y el mar, poseían los mismos elementos, entendí que era mi amor secreto. ...hasta el rugido de toda su bravura, es ruido de sueños, suspendido en el aire, esperando cualquier vaivén del cielo para ser azul, verde, o simplemente agua que refleja...
¿Quién refleja a quién?, el mar al cielo o el cielo al mar...¿Y las estrellas?, ¿se reflejan en el mar?. Sería demasiada belleza...

CLARA

El viejo y el mar.

El viejo y el mar. Gregorio Fuentes era un isleño de Canarias, que vivió el resto de su vida en Cuba.
Vivió en un pueblo, Cojimar, al Este de la habana.
Era un pescador, que de no haber conocido a Hemingway, quizá no hubiera visto su vida retratada en un genial libro que el escritor confeccionó inspirándose en la existencia de este hombre.

El viejo y el mar.
"El viejo era delgado y macilento, con profundas arrugas en la parte trasera del cuello.
Las manchas corrían a lo largo de los lados de su cara y sus manos tenían profundas cicatrices de manejar pesados peces en las líneas, pero ninguna de estas cicatrices eran nuevas. Eran tan viejas como erosiones en un desierto sin peces",Todo sobre él era viejo, excepto sus ojos, que eran del mismo color del mar, alegres e inderrotables", así describía Hemingway a Santiago, el personaje de El viejo y el mar – Él, sería el patrón del yate Pilar, perteneciente a Hemingway. Su amistad duraría 20 años.

Cuando el escritor, aquejado de cirrosis y cáncer de piel, se suicidó, Gregorio Fuentes, no volvió nunca más al mar ni a coger una caña de pescar.
Falleció en Enero del 2002.

Él era el verdadero protagonista de esa obra que le valió a Hemingway, el premio Nobel de Literatura.

Hoy el mar, quería recordarlo

CLARA

La risa que quedó atrapada en el mar.

La risa que quedó atrapada en el mar. El mar quiere entrar, pero el niñ@ tiene miedo, por eso cada vez que se quiere mar hay que caminar hasta su orilla.
Era un castillo, con una chimenea en el centro que repartía calor por toda la casa, pero un día, rodeado de gentes de mal vivir, se apagó la chimenea y solo la vida vale para encontrarla. No es fácil, porque fue tal la cantidad de escombros que cayeron y tan grande el castillo, que se hace difícil volver al viejo calor de los primeros años.
Al principio decidimos dejarlo todo tal como estaba; Las puertas cerradas para que no se prendieran y se estropearan mas habitaciones; algunas cuevas, que había abajo, trancadas y con las cerraduras oxidadas y nos dedicamos a disfrutar de las pocas luces que iban quedando, esas pocas luces que a veces entraban por las ventanas laterales de algunas almenas; ventanas de colores, que con el tiempo también se fueron llenando de lodos que traían los vientos desde tierras lejanas. Y así, como los castillos de todos, un día decidimos gritarle al mar que queríamos recuperar los espacios perdidos, porque ya no quedaba trozo del castillo sin apalear por los salvajes dolores de la vida.
Es hora de abrir puertas y ventanas. Es hora de dejar que el mar entre en cada habitación; es hora de caminar hacia el corazón de esa casa, con chimeneas de fuego y vida; es hora de coger a cada niño nuestro , que quedó atrapado entre “gentes de mala vida” y contarle que no hay razón para el miedo, pero si para la alegría, la alegría de iniciar la aventura de recuperar cada trozo del castillo y darle el color adecuado; la música correcta y poner un jarrón de flores frescas para que una nueva fragancia inunde todo lo que quedó enranciado.
Es hora de sonreír a la vida y contarle, que hemos encontrado la vieja chimenea olvidada y que las puertas se abren de par en par, para que el mundo no olvide que en cada castillo, hay siempre un fuego con olor a mar.
Es hora, de que intentemos la aventura del amor en nuestros demacrados castillos, con nosotros y por nosotros. Es hora de darle el propósito a la vida. Es hora de caminar.Es hora de recuperar la risa que quedó atrapada en el mar e inundar con ella cada piedra del camino que lleva a nuestra casa y hasta dejar que entre en ella y ya no se vaya.
Es hora de renacer.

CLARA

Hay mares...

Hay mares... Hay mares, que son calma como la caída de una pluma que va dejando que haga camino la brisa. Deslizándose, como en una especie de tobogán imaginario desde el cielo hasta el agua. Estos mares, que apenas dejan que las olas oren demasiadas plegarias en sus playas, para que todo tenga su lugar. Son mares transparentes; son mares de cielo y vida; son paz hecha agua.
Hay otros, salvajes; estruendosos...son mares que parecen anidar en sus vientres, fieras marinas, que no solamente no se dejan mecer por la brisa, sino que van rompiendo el agua y el agua grita como si mil partos la atropellasen. De la misma forma que la rompen a ella, ella sigue rompiéndose contra las rocas, con la típica espuma que ciertos enfermos neurológicos, expulsan por su boca. Son mares bravíos y sin piedad para ellos.
Hay aquellos mares que son esmeraldas, y como si ese verde no pudiera conjuntar con las arenas pardas de otras desembocaduras, se rodean de arenas blancas y finas...
Hay mares...
Hay tantos mares...
...como aquellos que, según la biografía de Haendel, cuando ya estaba arruinado; cansado, sin ningún deseo de vida; “fue bañado en un mar de música y las notas corrían como olas sobre su alma, agitando la inspiración dormida”.
Solo bañándose en el Océano de la vida, un hombre puede contactar con toda la sabiduría del Universo.
Cuentan que...”el fuego divino ardía dentro de él y las lágrimas salían a borbotones por sus ojos. Con manos temblorosas y casi incrédulas, fue poniendo sobre el pentagrama todo lo que su corazón le iba dictando y así nació, El Mesías”
Quizá Haendel si oyó los cantos de las sirenas; mitad ave, mitad mujer...quizá los oyó, pero no tuvo que tapar los oídos de los tripulantes, como Ulises, para no ser arrastrado.Puede que el pacto de la sirena de Haendel, no era la muerte de esta, sinó la transformación en obra cumbre.
¿Acaso Dios y el mar no son lo mismo?

CLARA

La vieja charca.

La vieja charca. Al otro lado del acantilado, tapada con piedras , estaba la vieja charca.Expertos en urbanismo, tomaron tal decisión.
En otros tiempos, acudía mucha gente que creía en las propiedades de aquel barro oleaginoso y negro. Ahora, el pueblo había decidido destapar la poza, para que los barros siguieran siendo de utilidad publica.
Se juntó todo el pueblo. Tras quitar las primeras piedras; trajeron agua del mar para limpiarla. Al principio salía toda suerte de podredumbre; latas; papeles; botellas de plástico; vidrios...el olor era insoportable. Algunos lugareños querían abandonar, sin embargo un grupo de jóvenes tenaces, decidieron que aunque la asfixia les cogiera, aquella especie de balneario natural iba a ser de nuevo el mejor, como en tiempos pasados. El chorro de agua limpia del mar, sacaba sin compasión, todo la basura acumulada allí por los vecinos y transeúntes del lugar. Fueron días de trabajo y desaliento, hasta ver por fin todo limpio. El fango “curativo”, ya recibía la luz del sol, sin más estorbo que el viento.
Cuando se terminaron las obras de limpieza, Julia llenó una botella de agua del mar y me la entregó:
-¿Para que quiero eso?- pregunté
-Te gusta el mar, llévalo para casa- y recordé porque nunca me volvería a enamorar de ningún hombre.
Aquel litro de agua de mar, era una estupidez comparado con el mar entero.
-Yo estoy enamorada del amor- le dije; pero en cada hombre y mujer, apenas si hay un litro, como en esta botella, sin embargo seguiré cualquier sombra, por si me lleva al océano.
-¿Seguirás todas las sombras de amor?
-Todas, hasta averiguar de que océanos las cogieron .Jamás me conformaré con lo que cabe en una botella.

CLARA

Las lianas y el mar.

Las lianas y el mar. Me gustan esos mares y esos acantilados que están cerca de los caminos; cerca del mundo y de la vida, sobre todo los he visto en el Norte y en el Noroeste. A veces me he quedado mirando un camino lleno de árboles y lianas, que se enredan culebreando por muchos árboles y no sabes ni donde empiezan ni donde acaba el lío.
¿Qué querrán decir las lianas?. Querrán decir que en los vientos que surcan aquellos parajes, hay demasiados secretos que solo saben ellas y las estrellas. Quizá, son secretos que da la sensualidad del mar y sus bravuconadas. Quizá son secretos de amores imposibles o de odios enconados. Quizá la mar salada haya curado heridas y antes de curarlas, los árboles oyeron los gritos de la desesperanza.
¿Qué será una liana?
...y siguen verdes, enredadas en las piernas de cualquier árbol que quiera ser columna de la historia sagrada. Sagrada de aquellos parajes.
Si hablaran las lianas....

CLARA

Yo era el mar...

Yo era el mar... Playas largas, largas y vacías, donde poder correr con los ojos cerrados...y es que dicen que desconfíes de quién te da un beso con los ojos abiertos; ese beso solo sale de la boca, no del alma.
...y así , con los ojos cerrados corría y corría hasta un lugar especial, besando el aire, besando el cielo, besando el mar, o acaso besando un leve momento de libertad.
Un mundo de gaviotas alzaba el vuelo por encima de mis deseos...volaban más alto ellos,... y seguía corriendo hasta llegar a aquella oquedad. Era un gran amasijo de piedras que simulaban los acantilados naturales. Era obra de hombre que quería ganarle espacio al mar. Era como gruta, sin querer serlo y sin saberlo casi nadie.
Allí me escondía. De frente el mar, y nada más que mar de frente. Siendo agua y siendo ola; siendo mar.
El pantalón vaquero remangado hasta la pantorrilla. Era la señal del agua y la llamada de la noche...
Aquellas tardes de mar... fueron antes de que se inventara la meditación en masa...y yo ya meditaba frente al mar. Siempre fui amante del silencio.

Yo era el mar.

CLARA